Como miembro de Itacat, y a nivel personal, quisiera comentar algunas impresiones de los momentos vividos con el paso de Sydney Possuelo por Barcelona.
Mi primer conocimiento de él fue sobre el mes de Marzo, y a través de María Dantas, que comentó la posibilidad de que Sydney pudiera venir a Barcelona a finales del mes de Mayo. Quedé impresionado de las referencias bibliográficas, páginas web, y escritos, sobre la vida de este sertanista, etnógrafo y defensor de los indígenas aislados en la selva amazónica de Brasil.
¿Cómo puede ser que el público en general (o sea, yo) no tuviéramos conocimiento de la gran tarea que estaba realizando? ¿Por qué visualizamos escasamente cosas tan importantes? ¿Qué intereses esconden este oscurecimiento de tareas de relevancia capital para la humanidad?
Son interrogantes que muchos podríamos contestar, pero que quedan ahí, para la reflexión de todos. Sabemos que vivimos en un mundo de realidades virtuales y mentiras, pero tanto¡¡¡. En todo caso, queda en nuestras manos el ir desmontando todo eso.
Volviendo a Sydney Possuelo, comentar que toda la experiencia y conocimiento que desarrolla en sus conferencias va acompañada de una inmensa humanidad y sabiduría. Se muestra como una persona, humilde, sencilla, cercana, cariñosa y entrañable. Siempre invita a la participación, a la charla-coloquio, al intercambio de ideas, al contraste de opiniones, que como él bien dice, "me sirven para aumentar mi conocimiento y crecimiento personal”.
Te cuenta, te detalla, con mirada cómplice y sonrisa amable, historias como primera vez contadas, que te trasportan a esos mundos fascinantes y desconocidos, vividos por el. El aire de sus relatos te engancha, emociona y sobre todo no te deja indiferente. Porque cada pasaje vivido, contado, en su amada selva amazónica, conlleva una lección de vida, que fácilmente puedes utilizar para reflexionar sobre el todo de lo que somos y en la tierra en que vivimos.
Por todo ello, ¡gracias Sydney! y que el espíritu, su ejemplo y su lucha se expanda para poder vivir algún día en un mundo mejor.
Adolfo Rodríguez
